lunes, 25 de enero de 2010

Isidoro al ataque

Un domingo de estos, después de un intento fallido por tomar fotos en cierto parque de atracciones ubicado ahí como despuesito del Hospital México (¿cómo no van a dejar tomar fotos? ¿y si uno quiere dejarse un recuerdo del día? lo que es no entender el efecto multiplicador... pero eso es arena de otro post) mi querido noviecito (awwww) y yo cruzamos la calle para irnos a almorzar a Zarcero.

Era un domingo bien soleado. Lindo.

Esperando el bus me senté en una de las paradas, de esas que tienen 4 asientos. Todos estaban vacíos y yo me senté allá en el extremo, en el último, a ver el periódico... como quién no quiere la cosa.

Leía muy atenta la revista de los domingos cuando sentí una aproximación extraña del tercer tipo (me pregunto cuál será una del primer tipo o del segundo...). Una presencia sigilosa. Dirigí mi mirada lentamente hacia la izquierda, buscando la fuente de esas vibraciones extrañas que perturbaban mi lectura. Y ahí estaba.

Mirándome.

Ahí, sentado a mi lado.

Cerca.

Muy cerca.

Demasiado cerca.

(¿ya les comenté que los demás asientos estaban vacíos y aún así "el extraño" se me sentó a la puritica par?)

Cerquitititititica.

Nuestras miradas se cruzaron - inserte música de tensión narrativa... (qué diantres es música de tensión narrat.... ah qué importa!)

Pero retrocedamos un poco en el tiempo. Y cambiemos de narrador. Ahora imaginemos lo que sucedía en la cabeza de "el extraño".

Es un domingo cualquiera. Después de visitar la capital y realizar algunas diligencias, con saco de gangoche al hombro y sombrero de salir, voy camino a mi pueblo de nuevo.

Allá a lo lejos, en el último rincón de esa solitaria parada de autobús, la veo.

Es hermosísisima (jojo... recuerden que este es mi blog y aquí yo soy hermosísisima y punto) y parece que está sola, leyendo el diario. Misteriosa.

Con movimientos felinos me acerco, ignoro los sitios vacíos y me siento a su lado. Muy cerca. La miro de arriba a abajo. Siente mi mirada...

Y diay! (cambio de narrador otra vez, ahora sí soy yo)

En ese punto estaba yo ahí sentada en la parada del bus, con el periódico en la mano y con Isidoro sentado casi nariz con nariz.

Él y sus como 70 vueltas al calendario mirándome con cara de galán de telenovela.

¿Qué iba a hacer yo?

Pues obvio, prestarle el periódico!

(claro eso después de que se corriera un asiento con un resignado "diay siéntese ahí" cuando identificó en el área a mi novio con cara divertida de: ¿y este viejillo que?)


¡Oh los domingos! ¡Ojalá tuviéramos unos tres por semana!


Fotografía: por @rocasaca
(sí, el de la foto es el mero-mero Isidoro, ya después cuando nos montamos al bus!)